viernes, 12 de agosto de 2011

La sangre de Cristo, hoy.


Jesús sigue derramando hoy su sangre.
Por todos.
Una sangre que une y que no separa.
Que salva.
Todavía hoy hay quienes utilizan, manipulan, mienten sobre la sangre de Cristo, para separar naciones, familias, personas o amores.
Ya ocurrió en Jerusalén y hoy sucede.
Y sin embargo, Jesús sigue haciendo hoy el camino del Calvario, siendo clavado en el madero, sufriendo hasta la extenuación y la muerte y perdonando antes de exhalar el último suspiro.
Entre tanto odio, hoy como ayer, Jesús sigue muriendo por Amor.
El Amor, ese que nos salva día a día.
Pues la salvación no está en la cruz, sino en el sepulcro vacío, no en la Muerte sino en la Resurrección.
No en el odio homicida, sino en el Amor que perdona, reconcilia, que todo lo puede, hasta vencer la muerte.
Bien es verdad que un paso no se dá sin el otro.
Sin la aceptación, el mensaje, la autenticidad, la dignidad, la honestidad, la lucha, el sufrimiento, los clavos y la cruz, no se hubiera producido el Milagro.
Sin Viernes Santo no hay Domingo de Resurrección.
Hay que vivir para morir y morir para vivir.
Por eso, danos tu fuerza para cumplir tu voluntad y no la nuestra, para aceptar nuestra misión en este mundo, para no enterrar nuestros talentos entre el miedo a la muerte y el dolor.
Danos la visión desde tu cruz, sabiendo la vida que nos espera.
Gracias por derramar tu sangre por todos nosotros, por continuar perdonándonos, aúnque sigamos sin saber lo que hacemos.
Todo aprendizaje trae consigo su cruz.
Duele verse vencido por las adversidades de la vida, por la tristeza y por los largos silencios, pero haz de tus cenizas tus pinturas de guerra y con las cenizas que queden en el suelo, reconstruye tu camino.
Sal a buscar miradas, sonrisas, abrazos, regálate un día, un momento, un instante...
Sigue caminando por la vida y veras que tu propia reconstrucción está a la vuelta de la esquina.